miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Quién fui?

Recuerdo de mi infancia algunos juegos. Otros se han perdido en los espacios de mi memoria y no logro rescatarlos de allí.

Un juego que me gustaba muchísimo era el de armar “familias” con mis figuritas de brillantina. Este juego lo hacía en mi casa, exclusivamente. Tengo la vaga imagen de estar sobre una mesa grande, en el comedor o en la cocina.

Me pasaba horas clasificando las figuritas con dibujos de personas. En el dorso de ellas colocaba el nombre de pila que me pareciese y un número, que era algo así como el apellido. Armaba historias que sucedían entre cada familia, pero también hacia interactuar a las distintas familias entre sí. Hasta las figuritas de animales tenían un lugar dentro del juego, pues eran las mascotas de las familias. Este era un juego solitario, que no compartía con nadie. No había intervención adulta; es más: casi la totalidad de mis figuritas las obtuve por amigas o vecinas que me iban dando las que a ellas les parecía. Sólo una vez mi mamá me compró una plancha de figuritas con nenas, que por supuesto inmediatamente pasaron a conformar una gran familia. Creo que los adultos que me rodeaban no le daban la importancia a ese material que para mi tenía: yo estaba horas y horas jugando con las figuritas, pero no recuerdo que nadie haya preguntado que hacía o que haya compartido mi afición por ellas.

Las figuritas son para mi significativas pues aún las conservo. Fue después de mucho tiempo que las he encontrado y esto me permitió recordar momentos muy agradables. Fue muy grato poder compartir este material con mi esposo y mi hija, pues pude contarles aspectos sobre mi niñez que no hubiesen sido fáciles de transmitir sin este material.

Otro juego que recuerdo, y de éste no hay material concreto, es el de “La Mujer Maravilla”. Recuerdo que estaba en el preescolar. En la sala había una pared verde claro y una puerta con vidrio traslúcida. Mis compañeras y yo nos escondíamos detrás de ella y girábamos diciendo “La mujer maravilla”. Salíamos de detrás de la puerta y “luchábamos” contra los varones, que eran algo así como villanos a los que teníamos que combatir.

Este juego me despierta hoy mucha ternura. Recuerdo que dábamos esa vuelta con mucha convicción. Era como si realmente cobrábamos valentía al transformarnos en mujeres maravillas.

A veces buscábamos objetos para ponernos de cinturón. El personaje de la Mujer Maravilla estaba muy de moda en ese momento. Creo recordar que ella se transformaba en esa mujer girando en lugares ocultos, como nosotras hacíamos.

Este juego quedó en mi memoria. A veces viene cómo ráfagas. Es que era tan grato sentirse fortalecida por esas vueltas “mágicas “ que hacíamos cuando los villanos nos molestaban… Creo que este recuerdo fortalece en mi la mujer valiente que puedo llegar a ser, porque hoy sé que podía “luchar” contra “el mal” aún sin ser la mujer maravilla. A los cinco años creía que esa vuelta mágica realmente me daba los poderes necesarios. Hoy se que no era la magia lo que me hacía valiente. Era mi propia convicción. Y hoy, adulta, a veces necesito reforzar esa misma convicción para afrontar variadas situaciones que atraviesan mi cotidianeidad.

3 comentarios:

El Verdugo en el Umbral dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El Verdugo en el Umbral dijo...

Otros se han perdido en los espacios de mi memoria y no logro rescatarlos de allí.

A mí me sucede. Hay huecos en el recuerdo de mis juegos.
Los que sí veo, con imágenes claras me llegan más como incógnitas del hoy que como anticipo del destino. Tantas horas en la calle, armando refugios, guerras de piedras, fútbol, .. no logro distinguir porqué esos juegos.
Ciertamente en los juegos de los niños se puede "leer" una cualificación social, un proyecto de adulto.
Aquellos juegos me hicieron feliz, aprendí a compartir y a arreglármelas solo. Sin embargo hay cosas que no me cierran.

28 de mayo de 2008 21:45

Otras Primaveras dijo...

Sr Verdugo: Estamos hechos de recuerdos y de historia. Y no se preocupe por buscar razones. Simplemente disfrute de haber existido entonces.